Todo hombre crea mitos. ¿O más bien es el producto de una actividad mítica que lo sobrepasa y lo precede, inserta en la cultura? El mito se nos revela en su calidad de lenguaje, de mediación necesaria para la comunicación. Y es también la más fiel de las historiografías. Da cuenta de lo más específicamente humano, de aquello que no tiene que ver con su condición de peldaño en la escala zoológica, sino con su condición de alucinado perseguidor de los inasibles objetos de su deseo. Es por eso que el mito es la expresión de una realidad "otra" que la naturaleza. La verdad puede leerse en los mitos, en su traducción o desciframiento. Y esta tarea pasa así a representar el centro mismo de una investigación que intenta captar y poner de manifiesto un trasfondo que habla de la estructura de una comunidad cultural expresada en un lenguaje grupal y sacralizado.