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Derrida, un filósofo sin fin

Por Gustavo Santiago 12 de agosto de 2011

Publicado en La Nación - ADN Cultura

"En una nota al pie de página de La tarjeta postal, Jacques Derrida narra una extraña anécdota. Se encontraba pasando a máquina un texto manuscrito, cuando lo sobresaltó la campanilla del teléfono. Al atender, una voz le dijo que se trataba de una llamada por cobrar desde Estados Unidos. Derrida preguntó quién llamaba y la respuesta fue ""Martin Heidegger"". Tras un momento de vacilación, Derrida rechazó la llamada. Él sabía que era una llamada imposible: Heidegger hacía varios años que había muerto. Sin embargo, en la misma nota al pie, aclara que la anécdota ""no debe llevar a creer que no existe comunicación telefónica alguna entre el fantasma de Heidegger y yo"". Quien ahora parece no descansar es el fantasma del propio Derrida. Al menos, esto sugiere la aparición reciente en español de varios de sus textos. Por un lado, tres ensayos breves: Pasiones, Salvo el nombre y Khôra (a los que se acaba de sumar, también publicado por Amorrortu, El tocar, Jean-Luc Nancy). Por otro, el segundo volumen del último curso impartido por el filósofo en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales durante el período lectivo 2002-2003, titulado La bestia y el soberano. Pasiones, Salvo el nombre y Khôra son textos escritos en momentos diferentes, a los que Derrida decidió, en 1993, publicar simultáneamente, dándoles el estatus de trilogía. ""Forman una suerte de ensayo sobre el nombre, en tres capítulos o tres tiempos"", justifica el autor en una nota preliminar añadida a cada uno de los textos. Por supuesto que, tratándose de Derrida, es de suponer que no se encontrará un hilo conductor fuerte entre ellos que permita advertir con claridad que constituyen tres capítulos de una misma obra. Pasiones surge de una invitación a participar en un volumen colectivo en el que otros doce autores (entre ellos, Jean-Luc Nancy y Richard Rorty) toman posición ante la deconstrucción. La colaboración de Derrida debía consistir -según la invitación del editor- en ""responder de modo oblicuo"" a los otros artículos. Este pedido que cualquier escritor tomaría como un homenaje, en el caso de Derrida cobra la forma de un desafío. Porque se siente obligado a responder pero, al mismo tiempo, no quiere asumir la posición de palabra plena, autorizada, que conlleva la propia invitación. Lo que hace, entonces, es escribir una ""respuesta"" que es el despliegue de su falta de respuesta. Responde no respondiendo o no responde, mediante una respuesta. En esa no respuesta surge una variedad de temas, como los rituales, el secreto, el deber, la responsabilidad. Salvo el nombre es, también, la compensación de una evasiva. Derrida debía participar de un coloquio en Canadá, al que finalmente no asistió. El texto que ofrece en su lugar, luego de leer las conferencias de los otros ponentes, es un diálogo ficcional en el que dos interlocutores discuten acerca de la eternidad, la amistad, el lenguaje y, sobre todo, la (im)posibilidad de nombrar a Dios. Khôra, por su parte, es un delicioso análisis del Timeo de Platón."

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