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Roberto Esposito: El dispositivo de la persona

Por Diego Singer 30 de septiembre de 2013

Publicado en ENEUR-Esto no es una revista N° 27

"Hacer filosofía contemporánea es, como ya lo había advertido Nietzsche, un ejercicio que puede tomar al menos dos direcciones. La primera es la que afirma, la que festeja, la que anuda el relato de los modos mediante los cuales llegamos a ser lo que somos. Se dibuja así el recorrido de una identidad que despunta en diversos momentos históricos y que desde la perspectiva de la actualidad, se reconoce a sí misma en cada uno de ellos. Hacer filosofía contemporánea sería mostrar que somos, de algún modo, aquello que ya éramos, y si en algún momento perdimos esa senda, nos enseña a recuperarla y protegerla. Otro derrotero muy distinto es el que toma algunos de los conceptos que nos constituyen en el presente, aquellos que han triunfado, los que no se discuten; los que, remitiéndose a su formación pasada, los pone en cuestión, los coloca en estado de pregunta, los hace temblar y propone así, en esa agitación del presente, otro futuro. Hacer filosofía contemporánea sería mostrar que somos, de algún modo, producto de una construcción más o menos arbitraria, jalonada por diversas luchas de poder y sentido, que es menester revisar si pretendemos tener algún tipo de injerencia en una praxis transformadora. Si elegimos el último de los caminos, se trata entonces de poner en cuestión, en estado de pregunta algunos conceptos triunfantes de nuestra contemporaneidad. Este es el camino que el filósofo italiano Roberto Esposito parece estar recorriendo al revisar el concepto de “persona”. Con una importante trayectoria en la filosofía política, y en particular en las discusiones de la biopolítica contemporánea, Esposito plantea al comienzo de su libro Tercera persona (2007) el valor indiscutido de esta noción “sea con referencia a los ámbitos de la filosofía y la teología, o bien a los más especializados del derecho y la bioética, aquella permanece como fuente de legitimación para todo discurso”. No queremos dejar de recomendar la lectura de esta obra y, a la vez, pretendemos celebrar la novedad de una reciente edición de dos artículos de Esposito reunidos bajo el título El dispositivo de la persona. Quizá esta obra más sintética pueda servir como puerta de entrada a la primera. ¿De dónde venimos? La categoría de persona es la que permite distinguir y jerarquizar a los seres humanos según sean completamente personas o estén en camino de serlo o, peor para ellos, nunca puedan acceder a ese estatus. La tradición ha sedimentado fundamentos teológicos, jurídicos y filosóficos. En la doctrina cristiana se argumenta la necesidad del gobierno del alma racional por sobre los excesos del cuerpo; imposición, control, dominio de nuestra animalidad. El derecho romano es el que ha estructurado de una forma más acabada esta relación de dominio. “Para poder ingresar con pleno derecho en la categoría de persona era preciso tener disponibilidad no sólo sobre los propios haberes, sino también sobre algunos seres, en sí reducidos a la dimensión de un objeto poseído”, escribe Esposito. Hijos, esclavos, mujeres eran algunos de los que quedaban fuera del dispositivo de la persona y, a su vez, ayudaban a constituirlo como tal. En la tradición filosófica liberal (John Locke), por ejemplo, la persona no es un cuerpo, sino que tiene o posee un cuerpo, es decir, que este sometimiento sigue funcionando al interior del propio hombre. ¿Hacia dónde podemos ir? Esposito propone comenzar a transitar los caminos que nos conducirían hacia una filosofía de lo impersonal. Por supuesto, no está solo en esta dirección. Nietzsche y Freud fueron grandes deconstructores de esta filosofía de la persona. Pero fue una mujer, Simone Weil, la que a juicio de Esposito mejor supo ver y denunciar el problema principal de la cuestión personal. La indisoluble relación entre persona y posesión (y disposición de lo poseído) que está funcionando ya en el derecho romano. Así argumentaba Simone Weil: “Un transeúnte va por la calle: tiene brazos largos, ojos celestes, una mente en la que se agitan pensamientos que ignoro y que acaso sean mediocres. Si en él la persona humana correspondiera a todo lo que para mí resulta sagrado, fácilmente podría sacarle los ojos. Una vez ciego, será una persona humana exactamente como lo era antes. En absoluto habré afectado en él a la persona humana. Sólo habré afectado sus ojos”. Explorar entonces el camino de una filosofía de lo impersonal implica sumergirse en los problemas que el cuerpo y la vida nos plantean, en lugar de pretender desde el dispositivo de la persona, poseer, dominar y utilizar esa vida. Esto es lo que Esposito plantea al hablar de una “biopolítica afirmativa”, una forma radicalmente distinta de pensar las relaciones entre vida y derecho."

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