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Textos dispares, pero valiosos

Por Juan de Olaso 24 de enero de 2001

Publicado en La Nación

"Serge Leclaire (1924-1994) escuchó hablar por primera vez de psicoanálisis a un monje hindú, que le aconsejó visitar a Françoise Dolto. Fue entonces cuando recibió su ""primera"" interpretación, una intervención un tanto brutal pero lo suficientemente certera como para decidirlo a analizarse. Hacia los años cincuenta iniciaba su análisis didáctico, recostado sobre el diván de Jacques Lacan. Personaje emblemático de la comunidad analítica francesa, destacado orador y eximio escritor, Elisabeth Roudinesco lo ha bautizado ""el primer lacaniano de la historia"". Sin embargo, Leclaire nunca dejó de mantener una actitud de cierta desconfianza con respecto tanto al lenguaje psicoanalítico (""el imperio de las palabras muertas"", llegó a escribir) como a los efectos nocivos de los grupos y a las adhesiones doctrinales de los analistas. Los Escritos para el psicoanálisis reúnen fragmentos diversos y repartidos en tantos años que probablemente no tenían vocación de reunirse en una compilación: artículos de juventud, reseñas de seminarios pronunciados en la École Normale Supérieure, escritos técnicos, textos institucionales, entrevistas. También incluyen el testimonio de una controvertida incursión mediática que Leclaire llevó a cabo en 1983, y que por entonces fue duramente cuestionada: una ""cura en directo"" en el programa de televisión Psy-show . Una diablura poco memorable. Un aspecto interesante de la lectura de esta obra es apreciar cómo se va desarrollando el pensamiento de un autor a lo largo de cuarenta años: cómo algunas preguntas incipientes comienzan en determinado momento a tomar forma, cómo algunos matices del estilo van alcanzando progresivamente un refinamiento mayor y cómo, también, algunas ideas prometedoras no terminan nunca de plasmarse del todo. Al mismo tiempo, los Escritos... no dejan de ser un buen testimonio de la relación -teórica, analítica, política- de Leclaire con Lacan. Hacia el final se lee una carta intensa, ácida, dirigida al maestro, una vez que el vínculo entre ambos se ha resquebrajado. Entre los artículos incluidos en el primer tomo, titulado Moradas de otra parte (1954-1993) , merece destacarse ""A propósito de la abulia"", un trabajo de 1958. En el segundo tomo, Diabluras (1955-1994), sobresale una serie de conferencias dictadas en Brasil en 1978 y reunidas en ""Esbozo de una teoría psicoanalítica de la diferencia de sexos"". Como toda compilación de esta índole, los Escritos para el psicoanálisis -¿""leclairianos"" se diría?- resultan desparejos. El lector tiene asegurados algunos momentos de entusiasmo, otros de tedio, otros -muchos- de humor y, por supuesto, más de una frase para releer. Aquí, una que acaso condense el estilo, el espíritu y la atmósfera general de las reflexiones del autor: ""Ser psicoanalista es, en la engañosa permanencia del sillón, a cada momento, empezar a serlo de nuevo""."

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