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Una afirmación contundente

Por María del Carmen Rodríguez 8 de septiembre de 2002

Publicado en La Nación - Suplemento Cultura

"Deleuze, hace tambalear tanto las convicciones del sentido común, de la doxa , como el edificio de la tradición filosófica. Para el sentido común, diferencia y repetición se oponen (aun si pueden complementarse), y Deleuze conjuga estas dos nociones en un entrelazado paradójico. Contra la tradición filosófica, basada en el primado de la identidad que ""define el mundo de la representación"", Deleuze afirma una nueva imagen de la filosofía que nace del descubrimiento de ""las fuerzas que actúan bajo la representación de lo idéntico"", como la diferencia y la repetición.  En su introducción distingue, en principio, la repetición de la generalidad. Cuando decimos que un trueno se repite por segunda vez, por ejemplo, subsumimos dos fenómenos en la identidad de un concepto (nos representamos un ""mismo"" trueno que se repite) y los consideramos casos particulares de una generalidad, desdeñando las diferencias cualitativas entre ambos. Esas diferencias son exteriores al concepto y ""la repetición aparece, pues, como una diferencia sin concepto"", definición negativa y excluyente. En busca de una definición ""positiva"", Deleuze llega a la concepción de la repetición compleja: la repetición de lo Mismo, la repetición ""desnuda"", es ""la envoltura exterior, el efecto abstracto"" de una repetición secreta, más profunda, que comprende la diferencia y ""se forma al tiempo que se disfraza"", la repetición ""vestida"". En ritmología, por ejemplo, la repetición-medida es la envoltura de otra más profunda, la repetición-ritmo, determinada por los valores tónicos e intensivos que crean la reiteración de puntos de desigualdad, singulares, ""puntos relevantes, instantes privilegiados que marcan siempre una polirritmia"".  Lo cierto es que ""no hay repetición sin repetidor, nada repetido sin alma repetitiva"", y el capítulo 2 se abre con una cita de Hume muy ilustrativa al respecto: ""La repetición no modifica nada en el objeto que se repite, pero cambia algo en el espíritu que la contempla"". Una campanada es perfectamente independiente de la campanada siguiente, en nada la modifica, y sólo quien las oye puede decir que hay una primera y una segunda o que las campanadas se repiten, porque se ""contraen"" en su imaginación como los instantes se contraen en el presente. A partir de este punto, apoyándose en las tesis de Bergson y en más de un concepto psicoanalítico (de Freud, Klein, Winnicot y Lacan), Deleuze concibe, ligadas a la repetición, las tres síntesis del tiempo en la experiencia vivida: la del presente viviente y el hábito, la del ""pasado puro"" y la memoria (analizada como un juego entre dos series, la del viejo presente y el actual), la de la forma vacía del tiempo (pura escansión) y el yo fisurado. A esas síntesis corresponden tres síntesis del inconsciente, examinadas en detalle. Es uno de los capítulos más sustanciosos y brillantes del libro.  En el capítulo 1, Deleuze plantea la diferencia, no como la diferencia empírica que puede establecerse ""entre"" dos cosas, sino como ""diferencia en sí misma"". ""En lugar de una cosa que se distingue de otra, imaginemos algo que se distingue -y que, sin embargo, aquello de lo cual se distingue no se distingue de él-. El relámpago, por ejemplo, se distingue del cielo negro, pero debe arrastrarlo consigo, como si se distinguiese de lo que no se distingue [...]"". La diferencia es la irrupción de una singularidad que puede ser cruel y hasta monstruosa; por eso, desde Platón, la diferencia es ""el mal"". El proyecto de la filosofía de la diferencia consiste en ""arrancar la diferencia a su estado de maldición"": para determinarla apela, en el capítulo 4, el más arduo del libro, a nociones matemáticas -comenzando por cálculo diferencial- y en el capítulo siguiente la define, en relación con la experiencia ""actual"", como ""intensidad"".  ""La expresión `diferencia de intensidad´ es una tautología. La intensidad es la forma de la diferencia como razón de lo sensible. Toda intensidad es diferencial, diferencia en sí misma"". Tanto la definición de la diferencia como irrupción de una ""singularidad"" como su definición en tanto ""intensidad"" nos permiten comprender la repetición habitada por la diferencia que Deleuze plantea, no sólo en el ejemplo evocado de la ritmología sino también en la experiencia vivida, en fenómenos simples de repetición como el déjˆ vu , por ejemplo, que ""contrae"" dos tiempos en el sujeto en un instante de resonancia, irrumpe como una singularidad, como un relámpago en lo indiferenciado de la vida cotidiana, y se experimenta, ante todo, como una ""intensidad"".  Deleuze, que junto con Kierkegaard y con Nietzsche -a quienes cita profusamente- es uno de los grandes pensadores de la repetición, busca cambiar radicalmente, en este libro, la imagen dogmática del pensamiento que unifica las repeticiones en la identidad del concepto y clasifica las diferencias como categorías, imagen cuyos postulados examina y critica, como buen genealogista nietzscheano, en su capítulo 3. Para Deleuze, como para Nietzsche, pensar es ""crear"" y como el ""concepto"", unificador, no puede dar cuenta de la diversidad de lo dado, Deleuze elabora en su lugar una teoría no platónica de la Idea como estructura y multiplicidad. Pensar es crear Ideas, problemáticas, que son multiplicidades, como las cosas mismas en sus diferentes dominios de realidad (biológica, física, lingüística, social...). Esta noción de Idea, que designa ""una organización propia a lo múltiple como tal"", es el antecedente de la noción de ""concepto"" que desarrollará en 1991, con F. Guattari, en ¿Qué es la filosofía?  En esta obra nodal de Deleuze, en la que se gestan nociones que serán reelaboradas, se retoman también otras planteadas en su obra anterior, especialmente la interpretación del eterno retorno nietzscheano -omnipresente en Diferencia y repetición - que elaboró en Nietzsche y la filosofía (1962). Mientras escribía esta obra que podría calificarse de ""filosofía pura y dura"", preparaba Lógica del sentido , que sería publicada unos meses más tarde (en 1969) y que declina, a partir de Alicia en el país de las maravillas , múltiples series de paradojas en las que las nociones de Diferencia y repetición juegan al unísono en el tablero del pensamiento y en el de la imaginación.  Dos años de lectura atenta le llevó a Foucault saludar el advenimiento de ambas obras, en su famoso artículo ""Theatrum Philosophicum"", donde afirmaba: ""Una fulguración se produjo, que llevará el nombre de Deleuze: un nuevo pensamiento es posible; el pensamiento, de nuevo, es posible"" y escribía esa frase ya migrante, ineludible, enigmática: ""un día, tal vez, el siglo será deleuzeano"". En el primer día de ese siglo, en devenir o por venir, Deleuze repetiría sin duda, con gran intensidad, los votos que Nietzsche escribió, alguna vez, para el inicio del año: ""A partir de ahora, sólo quiero ser un afirmador"".  Diferencia y repetición es una afirmación contundente: de la singularidad de Deleuze, de la paradoja como pasión de la filosofía, del entusiasmo creativo y pertinaz del pensamiento. Que esta afirmación nos llegue en una impecable edición y en una nueva traducción, magnífica, de María Silvia Delpy y Hugo Beccacece, no es simplemente un condimento más: es la condición de posibilidad para que el placer acompañe las largas horas de viaje del lector por estas páginas."

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