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Jamás un filósofo fue mi guía. Roland Barthes resumió así uno de los rasgos capitales de su propia vida. Conclusión obligada: el pensamiento de Barthes no fue filosófico. Sin embargo, jamás cesó de volverse hacia la filosofía, de la que tomó prestadas algunas formas de lengua: cierto uso del artículo definido, transposición de los adjetivos en sustantivos, recurso a las mayúsculas. En Barthes, la lengua lo compromete todo. Cuando autoriza a la filosofía a dejar su impronta en la lengua, da un paso hacia ella. Mejor dicho, dentro de ella. Este paso filosófico lo llevó de..