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En la Segunda Epístola a los Tesalonicenses, que la tradición atribuía a San Pablo, aparece la enigmática figura de una potencia: el katékhon, algo o alguien que detiene y contiene, frenando el asalto del Anticristo, pero que deberá ser eliminado o quitado de en medio —a fin de que el Anticristo se manifieste— antes del día del Señor. Es la interpretación de esta figura, y el fondo sobre el que se desenvuelve, una reflexión general —en constante «acuerdo divergente» con la posición de Carl Schmitt— sobre la «teología política», y más aún sobre las formas en que ideas y..