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El tacto de la filosofía

Por Luis Diego Fernández 17 de agosto de 2008

Publicado en Diario Perfil - Cultura

"Jacques Derrida publicó el libro Le Toucher a propósito de la obra de Jean-Luc Nancy, luego de que este volviera de una intervención en la que le realizaron un transplante de corazón. Derrida dice atinadamente que la filosofía de Nancy ""toca todo, hasta los límites"". Es un pensamiento táctil, un pensamiento que fuerza los conceptos hasta el borde y, por ende, los toma indecidibles. Esto en el marco de la metafísica. Nancy es posiblemente uno de los grandes filósofos vivos de la actualidad. De cuño heideggeriano (su estilo es claramente deudor de las construcciones lingüísticas de ""el segundo Heidegger la filosofía de Nancy pivotea frente a diferentes problemáticas de la filosofía política, la ética y la estética contemporáneas. Su pensamiento se mueve en una lógica constructiva que le permite hacer emerger conceptos tales como singularidad plural, arealidad, carnación, entre tantos otros que resultan infraccionables. Ahora bien, el pensamiento de Nancy es una filosofía del cuerpo; la publicación de Corpus (1992) lo situó en un territorio clave para la concepción de una corporalidad densa y compleja, que no cae ni en las divisiones dicotómicas evidentes ni en exaltación intervencionista del cuerpo prefabricado (de las modelos a los bodybuilders) que aparece en algunos pensadores posmodernos como Jean Baudrillard o Gilles Lipovetsky. El cuerpo de Nancy se define por una dinámica del ""entre” por una materialidad plástica; Él mismo lo dice: ""Un cuerpo es por lo tanto una tensión. Y el origen griego de la palabra es ""tonos"", el tono. Un cuerpo es un tono. Ser un cuerpo es ser un cierto tono, cierta tensión. El alma es un nombre para la experiencia que el cuerpo es"". Por lo tanto, esta caracterización táctil que hace Derrida de la filosofía de, Nancy resulta ontológica. La historia intelectual de Nancy comienza por una pertenencia al cristianismo, luego un período de lecturas de Kant y Hegel para, posteriormente, abrirse hacia el pensamiento de Heidegger y Derrida. Su mirada y su estilo son netamente deconstructivos. Nancy reconoce en la metafísica un destino de la filosofía (algo desdichado); no apela a la inversión del platonismo, ni a la destrucción (Nietzsche), ni al más allá incognoscible, sino a la permanencia, al ""pertenecer"" en el edificio metafísico (es decir, la filosofía) para deconstruir sus oposiciones binarias desde adentro. En un punto será el ""juego"" con esos pares binarios lo central en su lógica. Es en ese juego donde hay un llevar al límite, un ""tocar"" el límite donde se vislumbrará la presencia de lo mismo en lo otro, la contaminación de “origen”. Toda la lógica del pensamiento de Nancy es una forma de horadar las esferas de sentido y las recurrencias de la representación. Por ello los artículos sobre estética que aparecen en Las musas giran en tomo a la cualidad singular/plural de la o las artes. Diferentes musas, diferentes artes (y sus jerarquías), diferentes sentidos. Esta pluralidad ""de origen"", dice Nancy, responde a la especificidad del cuerpo: ""Nuevamente, el cuerpo, y esto que siente: que es una unidad plural de sentido (ventaja del fiancés: no sólo sens [sentido] tiene la misma polisemia que las palabras de su familia en otras lenguaS, y esa polisemia no sólo procede de un trabajo preciso de la lengua en el latín sentire, sino que lens no permite discemir el plural y el singular)."" Siguiendo en la misma línea, en Tumba de sueño Nancy piensa la cuestión del dormir en relación con la dialéctica de la vigilia y la desaparición del yo a través de construcciones tales como ""caerse de sueño”, vinculado con el lugar que ocupa el yo (su presencia o ausencia) en ese estado. Demos, otra vez, esta ""tensión"" que aparece. Lo táctil de la filosofía de Nancy se desprende de su idea de ""vestigio""; vestigios del arte, restos de la filosofía; es una filosofía de la experiencia del cuerpo en determinado sentido, tal como lo señala: ""El asombro es la virtud propia de la filosofía. Asombrarse, hoy día, no es otra cosa que asombrarse ante esta resistencia y esta insistencia de nuestra extraña comunidad en el sentido, en la exposición al sentido. Esta acogida produce el pensamiento. El pensamiento no da sentido, sino que experimenta la exigencia de sentido, nos experimenta, deja que hable esta exigencia, nos deja hablar"".Esta exigencia del pensamiento de Nancy es algo que aparece de manera muy lúcida y fuerte con la publicación de El intruso (2000), suerte de testamento filosófico de Nancy donde describe su propia experiencia de tener el corazón de otra persona (luego de haber sido transplantado); esta presencia de ""otro"" en ""sí mismo"" es lo que opera en el filósofo como fuente del filosofar, como emanación de sus conceptos bifrontes. La intrusión es, de alguna manera, matriz ontológica de toda su filosofía: es la presencia clandestina, la presencia ""no natural"". Y es que en un punto el pensamiento de Nancy es la filosofía del artificio ""de origen”, la filosofía de la prótesis o, del suplemento, de lo incorporado, de lo adicional. Imposible discernir: así como el alma es una experiencia del cuerpo. Y el tacto (sentido bastardo si los hay) deviene una voluptuosidad del pensamiento."

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