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Espectros de Derrida

Por Rocío Garcés 12 de enero de 2007

Publicado en El mercantil valenciano

"¿Cómo sobrevivir a Derrida? ¿Qué tipo de duelo, de responsabilidad, de memoria o de justicia, nos solicita su espectro? El 19 de agosto de 2004, Le Monde publicó, bajo el título «Estoy en guerra contra mí mismo», una entrevista de Jean Birnbaum al filósofo de la deconstrucción, Jacques Derrida. La inminencia del fin se presentía en cada respuesta. Pocas semanas después, la noche del 9 de octubre, fallecía Derrida a los 74 años, víctima de un cáncer de páncreas. La entrevista adquirió entonces el valor espectral de un testamento; una última confesión sobre la ¡mposibilidad de aprender a vivir, o lo que es lo mismo, de aprender a morir: «En el momento en que dejo (publicar) ""mi"" libro (nadie me obliga a ello), me convierto, en el aparecer y desaparecer, en ese espectro ineducable que nunca habrá aprendido a vivir La huella que dejo significa a la vez mi muerte, futura o ya ocurrida, y la esperanza de que me sobreviva». Aprender a morir, cada vez, a través de las huellas de la «propia» escritura. Aprender a vivir, cada vez, a partir de la ausencia que nos deja la muerte del otro. Una tensión estructural, entre la vida y la muerte, que resume el enigma de nuestra existencia: sobrevivir. Alo largo de la entrevista, Derrida no oculta su escepticismo respecto a la duración de su herencia. La velocidad de las nuevas formas de archivo y la simplificación del discurso mediático, condicionan la estructura y la temporalidad de nuestra memoria histórica: «Hoy en día la responsabilidad es urgente: nos convoca a una guerra inflexible contra la doxa, contra los ahora llamados ""intelectuales mediáticos». contra ese discurso general formateado por los poderes de los medios, ellos mismos en manos de lobbies político?económicos, muchas veces editoriales y también académicos». Aunque siempre queda la esperanza en la hospitalidad de la lengua que nos preexiste, nos sobrevive y que, en el fondo, nunca nos pertenece: Lo que me interesa es dejar huellas en la historia de la lengua francesa», nos dice desde su condición de extranjero, como judío francés argelino que ama la versatilidad de su lengua materna. Pero las huellas del espectro ineducable de Derrida se han diseminado más allá de los confines de la francofonía: palabras como «différance», «logocentrismo», «fonocentrismo» y sobre todo «deconstrucción», han dado la vuelta al mundo. Un modo muy peculiar de enfrentarse a los textos de la tradición filosófica que pronto traspasó las fronteras de la universidad para (des) materializarse en la pintura, la escultura, la arquitectura (Frank Gehry), el cine (Deconstruyendo a Harry, W Allen) e incluso, en la gastronomía (Ferran Adriá). La editorial Amorrortu ha publicado, junto a esta entrevista, el libro del profesor Mauricio Ferraris, Introducción a Derrida, que nos ofrece un recorrido, sintético y claro, por la gestación teórica de este movimiento filosófico. El trabajo está articulado en tres partes: el comienzo en la fenomenología (1952-67); el paso por la deconstrucción de la metafísica y la elaboración De la gramatología (1967-80); y el interés de Derrida por las cuestiones sociales (1980-2004). En el libro, este último paréntesis permanece abierto, en suspenso, debido a que la cronología abarca hasta el año 2003. No obstante, el trabajo se cierra con unas notas sobre el duelo que avanzan la cuestión de la desaparición, el espectro y la memoria: «El duelo se muestra, a su vez, como una experiencia incompleta, no sólo porque —según sugiere Derrida— ni siquiera puede haber un verdadero duelo: si se lo consigue, fracasa, porque no se mantiene al otro como otro, sino que se lo traga e interioriza por completo, por otra parte, si ni siquiera se intentara el trabajo del duelo, se dejaría al otro librado a su suerte». Pensamiento El duelo simboliza para Derrida una tarea imposible. paradójica, a la vez que un diálogo necesario con los desaparecidos. El otro en mí siempre será un extraño si respeto su alteridad radical, su secreto, y no lo fagocito, según la lógica reparadora de la identidad, en mi interioridad egoísta. Una recopilación (le los textos de duelo que Derrida dedicó a sus amigos fallecidos fue editada por Pre-textos en el 2005, bajo el título Cada vez única, el fin del mundo. Desde un punto de vista político, la responsabilidad de la memoria que conlleva esta comprensión del duelo, no tiene fin. Por ello, en Espectros de Marx, Derrida, en nombre de la justicia, nos invitaba a practicar la ética del superviviente con los que han muerto pero también con aquellos que aún están por venir a la vida. Una forma de cultivar la amistad, a través de las generaciones, y de proseguir el diálogo interminable con sus espectros: «Hay que hablar del fantasma, incluso al fantasma y con él, desde el momento en que ninguna ética, ninguna política, revolucionaria o no, parece posible, ni pensable, ni justa, si no reconoce como su principio el respeto por esos otros que no son ya o por esos otros que no están todavía ahí»."

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