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La persona como norma

Por Rubén H. Ríos 29 de julio de 2012

Publicado en Perfil -Cultura

"El pensamiento de Michel Foucault todavía está lejos de agotarse, y eso sucede ante todo porque se refiere a nosotros, a nuestras sociedades, a nuestra manera de amar o gozar, de vivir o morir. El análisis foucaultiano del poder nos interpela directamente a través de conceptos que muestran bajo qué formas de sometimiento nos encontramos, a que mecanismos de normalización respondemos o rechazamos, cómo nuestra subjetividad es el efecto de dispositivos de subjetivación. Aquello que Foucault llamaba ""biopoder"" para definir el con¬ junto de las redes de poder en la modernidad continúa siendo, para muchos pensadores, el es¬ bozo de una teoría general del orden de mundo occidental y la posibilidad (aún incierta, remota, inasible) de su transformación. Dos libros publicados ha¬ ce poco, por vías disímiles pero complementarias, tratan de focalizar en esta compleja trama del biopoder (o biopolítica, si se quiere) algunos nudos, algunas delgadas urdimbres, Los abordajes dispares de El dispositivo de la persona de Roberto Esposito (quien ha publicado ya varios estudios sobre el tema) y De Canguilhem a Foucault: la fuerza de las normas de Pierre Macherey, confluyen finalmente en esa zona difusa y espesa de estratos donde se da la intersección de los cuerpos y los poderes.  Los escritos de Macherey (tres dedicados a Georges Canguilhem, uno a Foucault y otro a ambos) se presentan explícitamente como producciones hermenéuticas realizadas desde nociones filosóficas y ontológicas (y aun metodológicas) que no comparten ni Canguilhem ni Foucault. E1 espinosismo marxista de Macherey, en deuda con la filosofía de la ciencia de Louis Althusser (con quien trabajó en los 60), se conecta con estos pensadores haciendo abstracción del sutil hilo nietzscheano que los une, con lo que en varias oportunidades choca contra dilemas y aporías generados por su propia perspectiva. Con menor frecuencia ocurre esto respecto de Canguilhem, pese a situarlo en el materialismo dialéctico en el primer estudio (leído ante Canguilhem en presencia de Althusser, en la Ecole Normale Supérieure en 1963, aquel se ocupó de insistir en la referencia a Nietzsche), pero la luz interpretativa que proyecta Macherey sobre Foucault suele inducir refracciones un poco equívocas. En Para una historia natural de las normas, publicado anteriormente en el volumen colectivo Michel Foucault, filósofo (1988), el concepto foucaultiano de sociedad normativa que viene asociado al de biopoder es manipulado de tal modo que —Spinoza y Hobbes mediante— la positividad de las normas del biopoder que Foucault contrapone a la singularidad de los cuerpos (y expresamente a la de los placeres en el primer tomo de Historia de la sexualidad) se tornan necesarias y naturales al conformarse en la inmanencia de la vida social. En otros pasajes, Mache¬ rey relativiza estos desajustes Macherey choca contra dilemas y aporías generados por su propia perspectiva de su enfoque de la relación entre normas y vida en el pensamiento de Foucault porque hace un use muy apropiado de una de las tesis principales de Canguilhem: la distinción entre norma y normatividad, y esta (y no la primera, en cuanto normalidad) como esencia de lo viviente. Macherey no traslada estas precisiones epistemológicas al campo del biopoder y no capta, condicionado por el althusserianismo, el carácter normativo de la noción de ""persona"" como lo hace Esposito. Superpuesto y ampliando el dispositivo foucaultiano de subjetivación, ya desde Tercera persona (2007), el proceso de persona1ización del ser humano que pone en evidencia se remite a la persona jurídica del derecho romano (con los consecuentes efectos de despersonalización y semipersonalización), el dualismo alma-cuerpo del cristianismo que hace de la primera la sede de la personalidad, el poder soberano hobbesiano como persona artificial que representa a las naturales, las personas de Locke y del utilitarismo de Mill que tienen (como su propiedad) un cuerpo, la doble vida (vegetativa a inconsciente, cerebral y consciente) de la especie humana en la teoría fisiológica de Bichat, el lenguaje personalista de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 —vulnerada una y otra vez— entre cuyos redactores participó el filósofo católico Jacques Maritain, uno de los maestros (junto a Mounier y Ricoeur) del personalismo. En una palabra, el dispositivo de la persona produce una subjetivación o individuación donde la norma (por lo tanto, lo normal) establece que la persona es el sujeto obligado a someter la parte de sí no racional, animal o corpórea. Esposito se autoinscribe en una filosofía de la vida que incluye desde Bergson a Deleuze, de Merleau-Ponty a Simondon, desde Canguilhem a Foucault, y por ello la función normativa de la noción de ""persona""  irreductible al individuo— integra los módulos de sometimiento y normalización del biopoder. En el trabajo en torno al Ensayo sobre algunos problemas concernientes a lo normal y lo patológico (1943) de Canguilhem, Macherey lo dice categóricamente: no hay norma o normas de vida en general y válidas para todos los individuos."

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