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La visibilidad de lo invisible

Por Rubén H. Ríos 21 de diciembre de 2008

Publicado en Perfil -Cultura

"El horizonte del “fin del arte”, según lo propuso Hegel por vez primera, está lejos de concluir bajo las pruebas empíricas de la producción artística y el mercado del arte, pero también está a igual distancia de alguna recepción por parte de las instituciones y los aparatos culturales. Aquello que pareció, en algún momento, como consecuencia del auge (y el final) de las vanguardias, en realidad sobrevivió en la problemática de la filosofía estética y, quizá, sobre todo, allí. En Después del fin del arte (1997) el prestigioso crítico de The Nation Arthur C. Danto afirma que el arte llega a su fin en 1964, con la exposición de Andy Warhol en la galería Stable de Manhattan, donde queda definitivamente establecido (ya lo habían anunciado los ready made de Duchamp) que una obra artística puede parecerse a un envase de jabón para lavarropas o a una lata de sopa. En cierto modo, en Las Musas, Nancy retoma la definición hegeliana del arte, en cuanto presentación sensible de la Idea (no sólo de la ""idea"" intelectual, sino del ser o la cosa misma), que a su juicio todavía es el único concepto del arte (aunque muerto), para pensar lo que queda de este hoy, cuando se ha vuelto dificultoso y bastante complicado distinguirlo de sus múltiples imitaciones e, incluso, de su propia conceptualización. El pensamiento estético de Nancy, de todas maneras, no ayuda a distinguir el arte de aquello que no lo es o a la inversa, en principio porque disuelve el ""arte en general"" (una invención moderna) en la pluralidad singular de las artes —de las Musas— y, en segundo término, porque está mucho más interesado en una experiencia sensible por venir que ya no será Arte sino una ""técnica"" (una téjne) de la existencia del mundo, de la producción (poiesis) de lo que no se produce a sí mismo de la exposición exterior (no hay re presentación posible) de la evidencia absoluta y sin significación de lo que simplemente existe como presencia. En este arte?técnica de Nancy, que tiene claras resonancias y disonancias con La pregunta de la técnica de Heidegger, ya que invoca una noción de la técnica como ""finalidad sin fines"", la sinestesia ordinaria se toca o se siente a sí misma al sentir literalmente el sentido del mundo puesto en suspenso en su propia inteligibilidad sensible, en una técnica del detalle que recorta una forma ritmada, produce un fondo y abre una pluralidad de mundos. En otras palabras, pero no menos extraordinarias, el arte es la trascendencia del mundo y, según Nancy, siempre fue así desde el momento en que los hombres prehistóricos de las grutas de Lascaux (hay un ensayo de Bataille sobre eso), mediante la rudimentaria, técnica de sus pinturas, hacen surgir de la continuidad del ser una figura, y así también a ellos mismos en la extrañeza del mundo.Desde Platón hasta Hegel, de acuerdo a Nancy, la ""esencia"" de la obra artística habría sido la de la visibilidad de lo invisible o el sentido sensible del sentido inteligible, es decir la suprema belleza o lo sublime, que ha terminado por agotar al arte en la demanda de sentido. En consecuencia, del arte hoy sólo queda el deseo metafísico, la presentación de su propio concepto vacío, la imaginería de las imágenes que ya no son imagen de ninguna invisibilidad, visibilidades sin visión. En definitiva, lo que queda del arte para Nancy es un vestigio, pero entendido éste (reformulación del vestigium de la teología cristiana que designa lo que no lleva la marca racional de la imago Dei) como lo contrario de la imagen, como una huella o trazo, una impronta o un espaciamiento, el ultrasentido de lo sensible mismo de la existencia del mundo que jamás llega a la presencia. El arte vestigial presenta, por decir así, lo impresentable del ser en el mundo en una presentación que necesariamente saca de juego al hombre?imagen, a lo que Nancy llama ""teología humanista"", y que parece constituirse en el punto de partida del arte-­técnica destinada a la apertura de mundos más allá de la representación y la imagen. Con esta ""estética"" del fin de la estética, Nancy se coloca en diálogo crítico con Heidegger y con Deleuze, y muy cerca del Derrida de la ""archihuella"" como lo que queda del ser después de la metafísica: no más que un trazo, una marca, una ""escritura"". Para Nancy, aquello que precede al ""arte"" es justamente el trazo extraído de la continuidad opaca del mundo y que, de un golpe, lo corta, lo recorta, lo pone ahí?delante, lo torna ser­-afuera. La operación del arte vestigial, que fundamenta el arte?técnica o el arte que vendrá, viene entonces de esos límites del pensamiento en los cuales la palabra se desdice a sí misma."

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