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Scott Lash - Crítica de la información

Por Francisco Sierra 25 de abril de 2006

Publicado en Portal de la comunicación

"La progresiva integración global y la convergencia de las nuevas tecnologías de la información y el conjunto de las actividades sociales en torno a los modos de valorización capitalista en el campo de la comunicación y la cultura han favorecido en las dos últimas décadas una ampliación significativa de los espacios de reproducción económica mediante el desarrollo de nuevas formas de industrialización y comercialización del trabajo creativo, y de la esfera simbólica en general, que, como consecuencia, han transformado la lógica de reproducción modificando al tiempo las condiciones materiales de socialización y expresión cultural. La conciencia de este papel jugado por la información y la industria de la cultura ha llevado a la teoría económica a un replanteamiento de su objeto de estudio, desplazando la concepción neoclásica por una perspectiva informacional de los procesos de producción e intercambio, en virtud de la constatación de la elevada capacidad de producción de plusvalía y acumulación intensiva de capital del sector comunicativo.  Tradicionalmente relegado al ámbito improductivo de la actividad social general, el estudio de la economía del campo inmaterial de la información y de la cultura cobra así en nuestro tiempo una función estratégica en relación a los procesos de desarrollo y crecimiento económico, así como en la actual configuración de lo que, vinculado al proceso de globalización, algunos autores han convenido denominar “economía-mundo”, nueva etapa del modo de producción y acumulación de capital marcada por las transformaciones iniciadas con la Revolución Científico-Técnica y las actuales políticas de Investigación y Desarrollo (I+D). En este contexto, el análisis económico-político del proceso de socialización delas nuevas tecnologías electrónicas se torna una función estratégica, al ilustrar la lógica que domina mundialmente el proceso de globalización cultural y el desarrollo humanos. Ahora bien, el recurso a las políticas informativas y a las estrategias de innovación tecnológica tiene lugar en el marco de un proceso de cambio social de gran complejidad y elevada incertidumbre. Un proceso que también, como reconoce Alberto Melucci, hace necesario que la producción teórica sobre “lo social” se plantee en términos de teoría de la comunicación. Toda política o representación de la convivencia, de la vida social contemporánea pasa necesariamente por la comunicación y las mediaciones que gobierna con el paso de lo nacional a lo global, de la lógica de la manufactura a la lógica de la circulación de sujetos, mercancías y capitales y el desplazamiento de lalógica de lo social por la lógica de la cultura. Scott Lash parte como Melucci precisamente de la constatación de esta idea para tratar de cartografiar el capitalismo delmodo de información (Poster dixit) observando cómo las clases sociales, las identidades individuales y colectivas y los proyectos de vida dependen cada vez más no tanto de la localización en el sistema de producción como de la circulación y acceso a los bienes simbólicos merced a lo que el capitalismo de la desorganización marca como condiciones del nuevo agenciamiento. La reconfiguración de los flujos de signos, medios, capitales, tecnologías y personas exige por ello una nueva Teoría de la mediación, considerando sobre todo que el principio de información domina la realidad, e incluso la propia producción teórica. La propuesta de Lash apunta, en este sentido, en la misma línea de Regis Debray y la mediología : superar la idea de Sociología de los Medios, o de la teoría cultural por una verdadera teoría de los medios que supere las ideas de narrativa, discurso yrepresentación por la concepción informacional que identifica al nuevo orden comunicativo. De acuerdo a Poster, citado por Lash, podemos distinguir dos tipos o eras de los medios : la primera era gobernada por el discurso público y el modelo de representación periodística típico de la modernidad; y la era actual definida, más allá de McLuhan y Paul Virilio, por el paso de la información y la comunicación colectiva a una lógica material de los medios como una nueva naturaleza, que marca el paso de la representación a la presentación, de la audiencia a los usuarios, de los textos a los objetos neotecnológicos. En esta nueva cultura mediática, el poder depende no tanto de la propiedad de los medios de producción como del control de los bienes simbólicos y el capital intelectual que excluye y territorializa los dispositivos de control a partir de los sistemas de información y conocimiento. Constatación esta del autor que pone en juego la llamada crisis de la representación sobre la que tanto y tan acertadamente ha discutido Lucien Sfez. En efecto, la mutación experimentada en el espacio social por la cultura posmoderna ha llegado a trascender a tal punto la capacidad de conocimiento del individuo que se hace necesario por tanto un nuevo posicionamiento del sujeto en la organización de un entorno “necesariamente cartografiable”. El problema, sin embargo, es que la complejidad de la gran red global comunicativa, multinacional ydescentralizada ha terminado opacando las bases materiales de la sociedad y la cultura como parte de la inestable dinámica de transformación estructural “entre el cristal y elhumo” (Atlan). No en vano Lash describe el orden informacional como un orden marcado por la compresión, la rapidez y la discontinuidad que, con el paso de la narrativa y la pedagogía a la performatividad de la información y la comunicación pública, hace menos identificable las bases materiales del sistema de control y poder : cada vez menos disciplinario y más nomádico y vivencial, en cambio. Los estudios sobre la naturaleza informacional de la sociedad contemporánea dibujan así en nuestro tiempo un escenario contradictorio, cuyo gobierno por las máquinas y sistemas de información, lejos de facilitar un conocimiento detallado de los procesos de desarrollo, ha favorecido, en la práctica y la teoría social, la asunción de un pensamiento fatalista sobredeterminado por un “metarrelato posmoderno”, incapaz de otra cosa que la denuncia de los proyectos de movilización y democratización del conocimiento y de los medios de información y expresión cultural. De forma que la desrealización del mundo cotidiano y la pérdida material de las formas de anclaje de la experiencia por efecto de la colonización de los simulacros mediáticos terminan por bloquear el imaginario político-ideológico emancipatorio en un proceso de mixtificación de la posmodernidad y las nuevas formas de dominio flexible, que de raízniega toda posibilidad de una “nueva cartografía del tardocapitalismo”, pese a lapertinencia y necesidad de este ejercicio intelectual y de compromiso histórico en un tiempo como el presente marcado por el proceso intensivo de la globalización, cuyodesarrollo se está traduciendo en diversas formas de crisis cultural y des-concierto de las comunidades locales, paralelamente al proceso de descentralización de las instituciones económicas, políticas e informativas. El libro de Scott Lash, que no en vano trata de discutir los conflictos y las contradicciones de la comunicación en la sociedad del conocimiento, empieza apuntando precisamente este problema y trata de superar la inacción discursiva del posmodernismo pero termina en el intento relegando la cuestión crucial para la comprensión y gobierno de esta lógica cultural, al dejar el autor en el camino de su análisis de las condiciones de la información como contenido crítico de individuación yconstrucción del actual orden social los aspectos más significativos de la economía política del conocimiento en los que sigue dominando el principio de explotación y no el de exclusión como puede entenderse de su análisis (centrado ciertamente en lacirculación y en los flujos y no en la apropiación material del valor que deriva de las condiciones de producción). El libro de Scott Lash da cuenta con criterio de la gran transformación de la tradicional sociedad industrial capitalista en su evolución hacia un modelo de gestión posorganizacional, de flujos o codificación informativa, destacando cómo se marcan las fronteras culturales, y sociopolíticas, entre zonas vivas y zonas muertas, entre los espacios de flujos y valorización intensiva del capital y los territorios del desgobierno ydel capitalismo salvaje que acompañan al paso de la lógica de explotación a la lógica de la exclusión, sobre la apropiación del capital intelectual, lo que hoy explicaría la naturaleza del cambio de las condiciones culturales en el capitalismo tardío. De ahí que los trabajos sobre poder y cultura deban se orientados en la Política, la Sociología y la Teoría de la Comunicación atendiendo al hecho reflexivo, a la constatación de la reflexividad como un proceso sustantivo en la sociedad contemporánea que atraviesa las formas de subjetividad e identidad cultural determinando las formas de producción del poder. Ahora, en este escenario, y aquí destacamos la pregunta inicial del libro: ¿es posible la teoría crítica?. Descripto el orden de la información, y su concepción al uso, Lash plantea en la segunda parte del texto qué le queda por hacer a la crítica teórica, considerando que el problema de la teoría social de la información es que los flujos mediados por la industria electrónica condicionan también los límites y potencialidades liberadores que la habían constituido en la modernidad, dado el poder difuso de la lógica informacional. El autor entiende que es inevitable tal proceso de mediación de la teoría por el modo de información. La cuestión es cómo pensar esta mediación, cómo desarrollar la capacidad crítica de la información, esto es : cómo pensar el cambio informacional, desde qué episteme leer las transformaciones en curso que nos constituyen. En respuesta a la pregunta, Lash trata de distinguir dos lógicas de observación: la de las teorías aporéticas (de matriz kantiana) y las de fundamento dialéctico (de orientación hegeliana), para subrayar la necesidad de trascender planteamientos al uso como los de la teoría crítica tradicional a fin de dar cuenta del régimen de poder no lineal, postestructuralista, informacional que hoy, con Foucault, sabemos que se organiza en torno a redes capilares y a la información y al conocimiento. En esta línea, Lash distingue dos generaciones de teóricos de la comunicación : Los teóricos de lasociedad nacional de la información como Daniel Bell y los pensadores de la sociedad global de la información como sociedad-red o sociedad de flujos (Manuel Castells, Regis Debray, Paul Virilio). La mirada de estos últimos trata de captar con inteligencialas bases constitutivas del nuevo orden informacional.  Y en esta dirección, a modo de propuesta, Lash toma tales consideraciones como punto de partida para concluir una lectura productiva del entorno informacional incorporando entre otras referencias la obra de Homi Bhabha y su idea de las políticas de la temporalidad, reconstruyendo a partir de Derrida y Levinas una nueva crítica de la ideología, no dialéctica que en parte hace suyas las ideas validadas desde Gramsci en teoría social por Laclau y Mouffe (“Hegemonía y estrategia socialista”, 1986). El hilo conductor de su razonamiento va pues de Marx, Habermas y la dialéctica materialista a Levinas y Derrida a partir de la idea de que la crítica de la información es un problema de espacio real y no de representación, en el entendimiento, con Zizek, de que la política de lo real debe ser pensada como política de lo simbólico en la sociedad-red, abriendo así un tercer espacio de crítica acorde con la lógica de la comunicación que hoy produce lo real, no como efecto de la representación sino como materialidad “entre el cristal y elhumo”. Cabe observar aquí que en tal empeño Lash retoma los mejores trabajos de Henri Lefebvre sobre la materialidad del espacio para su crítica de la representación discutiendo cuestiones centrales de la filosofía postestructuralista como la política del signo (Baudrillard) o del cuerpo (Donna Haraway), tras constatar la apertura de una nueva espacialidad indiferente y explosionada por la que el progresivo desplazamiento de la cultura a distancia (la mediación televisiva, por ejemplo) pierde peso en la experiencia del sujeto contemporáneo por la reproducción a distancia a través de formas de vida tecnológica, no lineales y discontinuas, que justamente hacen necesario otro modelo de pensamiento suplementario de las formas de vida tecnológica como crítica de la información.  Ahora bien, el problema de Lash es que termina desarrollando una visión formalista de la comunicación que, sobreacentuando la idea de flujos, suprime casi por completo la producción por la circulación, los flujos y las redes sobre las procesos de producción y explotación, lo que le lleva a una apropiación teórica de la obra de Deleuze y Guattari que equipara la idea de rizoma a la sociología de las redes mundiales de información de Castells, cuando este último más bien sostiene una visión informacional, nada rizomática y posedípica.  Al igual que en “The End of Organized Capitalism” (1987), Lash apuesta finalmente por una lectura nada productiva y poco potente, en el sentido de Negri yHardt. No es casual, de hecho, que la propuesta de Imperio y la teoría biopolítica del nuevo orden informacional apenas ocupe el interés del profesor de la London School of Economics, que piensa la nueva economía de signos sin asumir, como lo hizo Harvey, que el modo postmoderno de producción más que posorganizativo está racionalizado de acuerdo a un modelo de acumulación flexible cuyo énfasis en la producción de los mundos de vida da cuenta de una vuelta de tuerca más en las formas de explotación del capital de las que los intelectuales, como el propio autor, no pueden en efecto escapar sujetos como están a la lógica de flujos que nos constituye y que hace posible lacirculación de obras como esta. Por lo que si asumimos sin más la idea del capitalismo desorganizado por las redes de información no estaremos haciendo otra cosa que certificar la idea positiva de Schumpeter del capitalismo como un beneficioso sistemade destrucción creativa, sin entrar a analizar las estructuras de información ycomunicación y el espacio social excluyente y desigual, que sienta sus bases en laapropiación privada de los medios de comunicación y del capital simbólico.  Luego, si como concluye Marx y el autor “todo lo que es construido o todo lo que es natural se disuelve en imágenes” definiendo la nueva economía de signos yespacio, la crítica de la información tiene más bien por tarea no describir tal disolución sino materializar, desde la incomunicación, nuevas cartografías de transformación ylíneas de fuga; o, en función de una crítica productiva de la mediación, identificar la posición y límites de la reflexividad. Esto es, por ser más perversos, más vale, como diría Ibáñez, crear otras reglas del juego y no seguir preguntando a la pregunta para problematizar con todas las consecuencias cuál es en definitiva la posición de observación del comunicólogo. Referencias bibliográficas complementarias - DEBRAY, Régis (2001) : Introducción a la mediología, Barcelona : Paidós.  - GARCÍA BLANCO, J.M. y NAVARRO, P. (Eds.) (2002) : ¿ Más allá de la modernidad ?. Las dimensiones de la información, la comunicación y sus nuevas tecnologías, Madrid : CIS.  - LASH, S. y URRY, J. (1998) : Economías de signos y espacio. Sobre el capitalismo de la posorganización, Buenos Aires : Amorrortu Editores.  - SFEZ, Lucien (1995) : Crítica de la comunicación, Buenos Aires : Amorrortu Editores.  - SIERRA, F. (1998) : Elementos de Teoría de la Información, Sevilla : MAD."

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