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Un pensador ineludible

Por Pablo Esteban Rodríguez 17 de septiembre de 2006

Publicado en La Nación

"La filosofía política italiana está de moda en nuestro país. El indicio se advirtió el año pasado, cuando la visita de Giorgio Agamben atrajo gran cantidad de público. La confirmación vendrá la semana próxima, cuando coincidan las llegadas de Roberto Esposito y Paolo Virno con la publicación en castellano no de uno, sino de varios libros de sus autorías. Se recordará que, junto con Toni Negri y Michael Hardt, Virno ocupó un primer plano en la Argentina cuando la crisis de fines de 2001 puso sobre el tapete, justamente, los conceptos de ""biopolítica"", ""imperio"" y ""multitud"" sobre el telón de fondo de una fractura interpretativa de la izquierda acerca de la situación del orden social contemporáneo. Quizás lo más notorio de estos autores es que, más allá de las agudas diferencias que los separan, constituyen la herencia más potente de la generación francesa de Foucault, Deleuze, Derrida y Lyotard. Pueden distinguirse dos etapas en la obra de Esposito, profesor del Instituto Universitario Oriental de Nápoles y consejero y editor de filosofía en varias revistas y editoriales italianas. La primera fue un intento de deconstruir todos los elementos de la teoría política clásica recurriendo a varios tipos de fuentes, desde los nombres obligados (Hobbes, Rousseau, Kant, Arendt) hasta las figuras laterales de la tradición política (Georges Bataille, Simone Weil). En la segunda etapa se ubican Communitas. Origen y destino de la comunidad, Immunitas. Protección y negación de la vida, y Bíos. Biopolítica y filosofía. Aquí Esposito lleva su hermenéutica al terreno de las nociones que discute la filosofía política actual, como las de comunidad o biopolítica, en aquellos puntos que se cruzan con fenómenos actuales que requieren una interpretación consistente, como el terrorismo, la ingeniería genética o los problemas inmigratorios. También se puede decir que, en lugar de tratarse de dos etapas diferenciadas, la obra de Esposito describe la trayectoria de las aves rapaces cuando se dirigen hacia la presa: círculos amplios y aparentemente sin rumbo que van ajustándose mientras descienden a la tierra. Communitas, Immunitas y Bíos se relacionan de un modo preciso. Communitas se dirige al problema de la comunidad, que en los años 80 había sido recuperado del pensamiento político de Bataille en Europa y en los años 90 fue puesto como pieza central de la teoría política norteamericana del comunitarismo, al tiempo que adquiría relevancia por la caída de los regímenes comunistas. Se trata, para Esposito, de refutar toda consideración positiva de la comunidad como un conjunto social que, a diferencia de la sociedad, construye lazos de identidad perdurables. Mediante la raíz del término munus , que le permite rastrear precisamente una historia posible de la identidad en Occidente, Esposito llega al problema de la inmunidad, el reverso de la comunidad, aquel aspecto que en una sociedad y en un individuo señala los factores de agresión y la construcción de límites para calificar lo propio y lo ajeno. La immunitas circula hoy entre el crecimiento de las enfermedades autoinmunes y la ""guerra contra el terrorismo"", pasando por el supuesto dominio del ""individualismo"" en las relaciones sociales y la llamada ""inmunidad diplomática"". Para Esposito, todos estos fenómenos constituyen síntomas de diversas fracturas en lo que entendemos por interior y exterior, vida y muerte o persona y mundo, fracturas que tienen consecuencias incalculables. Bíos retoma los dos aspectos que Immunitas había planteado como interrogantes de la época: cuál será el nuevo ""biologicismo"" que se expresa en la sociedad actual -como lo fue el evolucionismo en el siglo XIX- y qué definición de vida correspondería construir para salir de la jaula ""biologicista"". De este modo, como Communitas respecto de la comunidad, Esposito se topa de frente con un término estrella: la biopolítica. La cuestión divide aguas. Mientras que Esposito afirma que él pretende darle a la biopolítica un sentido moderno, y no anclarlo en la ontología misma de la política occidental como Agamben, Virno comienza a desprenderse del término toda vez que no signifique ""utilización de la fuerza de trabajo"", en un sentido derivado del marxismo, y Negri lo convierte en lo que une todos los fenómenos políticos actuales, sin distinción de niveles. Esposito comienza por señalar las ambivalencias del concepto foucaultiano de biopolítica, entendida como la gestión política de la vida en sus más diversas acepciones a través del cuerpo individual, social, político y biológico, y lo coloca en el contexto de la literatura anglosajona y alemana sobre el tema. Para Esposito es necesario distinguir política sobre la vida y política de la vida. La primera asume que la política es una fuerza externa a la vida que impacta en el cuerpo en una relación de sujeción. Esto retrata a la perfección el camino político de la modernidad. El contractualismo, la teoría que afirma que los hombres abandonaron el estado de naturaleza para sellar un pacto que constituyera la sociedad, tiene como eje la conservación de la vida, que no puede ser asegurada en aquel estado natural. Eso mismo se manifestó en el nazismo bajo el inmenso poder de muerte que desplegó: matar para que viva mejor aquello que ""merece"" vivir. La conservación de la vida, objetivo central del contractualismo, tuvo entonces su realización más mortífera en el nazismo. Pero no hay que pensar que este último representó un clímax que luego cedió paso a otra época. Nuestro tiempo, entre la revolución biológica de la inmunología y la genética y la extensión de aquellos aparatos políticos que disponen libremente de la vida de poblaciones enteras de un modo cada vez menos disimulado por las libertades civiles, es enteramente biopolítico. Sin embargo, en esta afirmación se desliza la inflación del término: si todo es biopolítica, nada es biopolítica, o nada se quiere decir al invocarla. Para Esposito, la única salida es plantear una política de la vida, una reflexión que abandone de entrada la discusión sobre la vida en los términos planteados por el nexo entre política y biología. Así, el teórico italiano comienza a trazar, entre las grietas de la obra de Foucault, una genealogía que hace honor justamente a la del filósofo francés. El ápice de la reflexión biopolítica en sentido positivo y no sólo negativo es Friedrich Nietzsche. Es él quien elevó con la voluntad de poder el nexo entre política y cuerpo y entre cuerpo y vida. Según Esposito, Nietzsche representa tanto la deriva más dramática posible de la biopolítica como la potencia que desanuda la relación con la vida biológica. De allí que la genealogía siga hacia atrás en el tiempo con Spinoza, cuya frase ""nadie sabe lo que puede un cuerpo"" contiene el potencial de otra noción de vida. Vale la pena recordar no sólo que ambos filósofos están en la base del pensamiento de Gilles Deleuze, sino también que Spinoza es la clave de las teorías de la multitud para construir una teoría política no contractualista. La política de la vida asume la coincidencia entre política, vida y cuerpo para combatir, casi de modo existencial, la biopolítica tradicional que separa los términos para poner a uno de ellos en posición de sojuzgar a los demás. En las páginas finales de Bíos , Esposito explica que la filosofía política moderna, claramente inmunitaria, suponía que la conservación de la vida sólo es posible afirmando la trascendencia de la norma que nos vincula (el poder soberano) y la sujeción (por parte de los ciudadanos) a esa norma trascendente. En este triángulo, la vida es lo único externo al todo social y sólo reingresa bajo formas letales (conservar la vida significa, como en el nazismo, matar a quienes la amenazan). Ahora bien, la política de la vida modifica la definición de vida y la aleja del gobierno de la biología y la medicina, sosteniendo que la vida no es mantener el funcionamiento de un cuerpo según ciertas reglas, sino que es el mismo nexo entre política, cuerpo y vida lo que define la norma de funcionamiento. O sea, la norma deja de ser trascendente y su aceptación no exige sujeción. Esto es lo que Esposito extrae de las obras de Georges Canguilhem, uno de los maestros de Foucault, y del filósofo francés Gilbert Simondon, quien, como Spinoza y Nietzsche, influyó de modo determinante en la obra de Deleuze y está en el centro de la definición de multitud de Virno. Esta definición de la vida suena extraña para cierto sentido común. Pero vale la pena insistir en ella, sobre todo cuando las matanzas en nombre de mantener la vida están a la orden del día y cuando la genética oficial se esfuerza por hacernos creer que la vida está fuera del cuerpo, que es controlable en abstracto a partir de un mapa de información. Esposito nos invita a volver a preguntarnos qué es la vida y por qué la política occidental moderna se empeñó en querer conservarla a través de la muerte. Según él, sólo así será posible redefinir la política."

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