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El sueño es el guardián del dormir, y el sueño fracasado permite discernir el mecanismo y la constitución del aparato anímico. De día, ciertos pensamientos preconcientes provocan resonancias en el deseo reprimido; inconciliables con otras exigencias del yo, se los mantiene en estado de latencia. De noche, consumada la regresión al narcisismo del sueño, aquel deseo los tramita y se expresa en las imágenes oníricas. Desexualización diurna, pues, y sexualización nocturna, mediadas por un estado de latencia: es la alternancia que recorre toda vida anímica en sus dimensiones..